La vida de Suzanne Hayes se vino abajo cuando el propietario de la casa que alquilaba le dijo que tenía que irse. Le dio un plazo de 30 días para mudarse, durante los que la mujer buscó infructuosamente otras propiedades para rentar, pero estaban fuera de su presupuesto. Con el desalojo pisándole los talones, Suzanne decidió mudarse con sus hijos adolescentes a un hotel y no se arrepintió: “Es más barato y disfrutamos los amenities”, sostuvo.

Durante seis años, Suzanne, una mujer separada con dos hijos adolescentes, alquiló una casa de tres habitaciones. La vivienda era cómoda, estaba cerca del colegio y de los amigos de sus hijos y pagaba un alquiler fijo de US$1700 por mes, según describió para Busisness Insider.

No tenía planeado mudarse hasta que el dueño de la vivienda le informó que iba a venderla y que tenían que desalojar la propiedad en 30 días o menos, por lo que toda la familia comenzó a buscar.

Con la fecha límite aproximándose y sin conseguir una buena propiedad a un precio que pudiera pagar con sus ingresos, la mujer evaluó la posibilidad de mudarse a un departamento o condominio de dos habitaciones más chico que su casa actual, por un costo mensual del doble de lo que pagaba.

Sin embargo, por más alternativas que pensaba, no podía afrontar un costo de alquiler mensual de US$3100. “No había forma”, recordó. Así fue que, casi a punto de que se cumpla el plazo de desalojo, encontró “un pequeño departamento en un hotel local en las afueras de la ciudad” y allí se mudó con sus hijos, al menos de modo temporal. “Cuesta US$2000 por mes, es más barato que otros lugares y tiene amenities”, resaltó.

La reacción de sus hijos al mudarse al hotel y lo que piensan ahora

La mujer indicó que, al principio, sus hijos se sentían avergonzados por tener que mudarse a un hotel. “Estaban preocupados por lo que pensarían sus amigos”. Sin embargo, ella les explicó que esta era una solución por un tiempo y que tenían que estar agradecidos por tener dónde vivir, ya que mucha gente no podía decir lo mismo.

También ella tenía sus dudas. “Me sentí derrotada y un poco fracasada, pero también agradecida y orgullosa de mi perseverancia, creatividad e ingenio. Ante la falta de un lugar al que ir, no me rendí”, explicó al medio citado.

Poco después de haberse instalado en el hotel, la percepción de la familia cambió. “Mis hijos también estaban entusiasmados con la aventura de la vida en un hotel”, dijo, y aprendieron es que “un hogar no se trata de cuántos dormitorios tienes, en qué calle vives o qué hay en tu armario”.

Ahora, los tres disfrutan de las posibilidades que les ofrece su nueva vivienda: “Nos vamos temprano por la mañana al bufé de desayuno y por la noche hacemos malvaviscos en el hogar”, relató. Además, todos los jueves van al restaurante del hotel “para jugar trivialidades” con otras personas y los fines de semana juegan al ping-pong y al billar, de la sala de juegos. Eso no es todo, también disfrutan de la sauna y otras actividades. “Somos muy conscientes de que somos afortunados”, cerró.